1º Misión, descubrimiento del Glade Mixto (steph)

El chico se levantó temprano, como hacía cada día, cada semana, cada mes, durante dos años. Fue al comedor, cogió el alimento que necesitaba (a los runners se les otorgaba un alimento más enérgico, siempre había sido así), desayunó y fue directo al lugar donde guardaban el traje y las armas. Cuando Steph estuvo completamente equipado se aseguró de que su reloj funcionaba como el primer día, buscó en la hoja la sección que le tocaba aquel día y fue directo hacia las mismas puertas del laberinto, allí donde una estúpida línea, unos estúpidos segundos, podían resultar la diferencia entre la vida y la muerte.

Se ajustó bien la mochila y dio un pequeño trago de agua, la experiencia le había dicho que no era bueno beber mucha de golpe, no si vas a tirarte corriendo la mayor parte del día. Al guardar la cantimplora comprobó que tenía provisiones más que suficientes, por si algo extraño pasaba- Vamos Steph, lo has hecho más de una vez, ¿qué puede pasar? -se dijo en voz alta a si mismo unos segundos antes de entrar en su sección, directo al interior del laberinto.

Por lo general era todo igual que siempre. El chico giraba con facilidad, sin pararse a pensar si aquel era el camino correcto o si habría alguna sorpresa esperándole al otro lado, nunca lo hacía, tenía esos malditos mapas grabados a fuego en su mente, jamás los olvidaría. Fijo que también pensaste que jamás olvidarías a tu familia y aquí estás, sólo sabiendo tu nombre y unos malditos recuerdos que ni siquiera sabes de qué son ni de cuándo, pensó el joven de ojos azules mientras recorría las largas 'calles' del laberinto.

¿Qué sería de su familia real? ¿Estarían vivos? ¿muertos? ¿le habrían abandonado? No pudo evitar realizarse aquellas preguntas, al igual que no pudo evitar recordar las visiones del Cambio. Entonces tuvo que parar y recostarse contra una de las paredes del inmenso laberinto, no sabía por qué pero, siempre que pensaba en aquello, una sensación de falta de aire le inundaba el cuerpo, obligándolo a relajarse y a pensar en otras cosas, ya que si no acabaría sufriendo un shuck ataque de ansiedad.

© Creado por Theta Sigma

¿Sabéis cómo suena el ruido del metal contra el metal? ¿El ruido de algo desgarrando una pared de piedra? ¿El sonido de algo moviéndose a bastante velocidad, a pesar de tener un pesado cuerpo? Pues, lo sepáis o no, ese sonido era el que estaba escuchando Steph. No le faltó ni un solo segundo para tensarse y dejar de lado todos esos pensamientos sobre su pasado. El chico de ojos azules se puso en pie, respiró hondo y trató de pensar con claridad. El zumbido venía por el pasillo que había dejado atrás así que podría continuar hacia delante como si nada, claro está que debía controlar no llamar la atención de los grievers.

Entonces recordó que más de una vez le había pasado aquello, escuchar el zumbido de los grievers y por instinto, huir hacia el lado contrario del cual provenía aquel ruido pero, por A o por B, los animales, insectos, lo que quisieran ser, siempre acababan encontrándole.

El chico dio un pequeño trago de agua y, a continuación empezó a correr hacia delante, estaba intentando recordar a la vez el lugar donde había escuchado al extraño engendro y el lugar al que tenía que ir, algo difícil, ¿acaso el laberinto no podría tener calles con nombres como en las ciudades? Un momento... ¿cómo sabía él que las calles de las ciudades tenían nombres? Aquello... odiaba aquello, sin duda.

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El castaño decidió que salir corriendo era la mejor de las opciones, oh sí, no tenía ganas de encontrarse con un shuck griever y no vivir para contarlo, eso si es que no habían más de uno... ay, ¿no podían ser mariposas? Si alguien le escuchaba pensar aquello, fijo que le llamarían gay. Lo que no sabían era que él tenía de todo, menos gay, ¿no? O sí. Hasta Steph se sentía confuso al pensarlo.

Entonces el griever apareció ante él. ¡¿Peor no había echado a correr hacia el otro shuck lado?! Esas criaturas eran, arg, odiosas, muy muy odiosas. Steph rebuscó en su mochilla, ¿dónde había dejado su cuchillo...? Ah sí, en su cinturón. El chico no estaba muy acostumbrado a llevar ese cinturón por lo que siempre que llevaba armas las llevaba o bien en la bota o bien en una bolsa o mochila que llevara peor, claro estaba, no podía llevar cuchillos en la bota, se lo podría clavar y no era tan tonto para eso.

El chico de ojos azules sacó el cuchillo y lo empuñó firmemente contra el griever, corrió hacia él y saltó por encima de este, al mismo tiempo que clavaba el cuchillo en una de las partes más despejadas de su coraza. Su experiencia le había enseñado que si encontrabas una parte sin ningún pincho en aquellos engendros tenías que clavar ahí algo, fuera lo que fuese, eso sí, si te topabas con la segunda coraza entonces... no podías vencerle.

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El chico de ojos azules cayó de rodillas en el suelo, convencido de que había dañado al griever, con una orgullosa sonrisa en el rostro pero, obviamente, la sonrisa se le acabó en cuanto no escuchó ni un solo gruñido del griever quejándose del dolor pero, ah, sí que emitió un gruñido, de odio. Steph miró hacia atrás un segundo y le bastó para ver cómo las cuchillas, cristales y de más objetos punzantes del griever comenzaban a moverse hacia él. Genial.

Steph reconsideró el seguir luchando, es decir, seguramente le llamarían de todo en cuanto volviera al Claro (si es que volvía) pero claro, el chico de ojos azules prefería estar unos días escuchando burlas hacia él que estar, literalmente, muerto.

Empezó a correr y a correr hacia cualquier dirección, dejando atrás al enfurecido griever, dejando atrás a un monstruo psicópata que quería matarle, un shuck monstruo asqueroso y lleno de pinchos que seguramente había matado ya a bastantes gladers... ay, ¿dónde diablos se había metido? Y sí, iba con doble sentido la pregunta pues no sabía por qué no había huido cuando tocaba pero tampoco sabía dónde diablos se encontraba en aquel momento.

Steph, que se conocía el laberinto de cabo a rabo, estaba perdido.

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Cuando el chico dejó de escuchar el extraño sonido que producía aquel asqueroso bicho decidió tomar un descanso, es decir, volver otra vez a sentarse contra una de las paredes y respirar hondo. Se deshizo de su mochila, dejándola a un lado. Cuando lo hizo pude ver por el rabillo del ojo que su reloj marcaba que era mediodía, un momento, ¿ya era mediodía? ¡pero si había sido...! Vaya... se le había hecho demasiado corta la estancia en aquel laberinto, demasiado corta.

Entonces pensó que quizá se había quedado dormido en su primera parada, sí, sería eso... mejor esa parte la omitiría cuando volviera al Claro, no quería que Minho le dijera que era un irresponsable y todas esas cosas. Abrió la mochila y rebuscó en ella el bocadillo que había cogido para la comida, era de carne y ensalada, quizá tenía alguna salsa, no era mayonesa pero sí parecida a ella.

Una vez acabó con su comida (que fueron seguramente menos de seis minutos, Steph estaba hambriento) dio un largo trago de agua, demasiado largo, no le quedaba casi- Mira que eres idiota, tendrías que haber bebido menos, sólo tienes dos botellas más -dijo para si mismo mientras pensaba qué pasaría si se le acababan las provisiones y se perdía... un desastre total.

Se levantó de un salto, cerró la mochila y comenzó a andar con un paso rápido, no quería correr aún, no quería que la comida le sentara mal.

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Oh vamos, ¿aquello iba enserio? ¿otra vez? ¿los grievers? Si no fuera porque Steph no veía cámara alguna, juraría que estaba dentro de un programa de televisión y que le estaban grabando y haciendo pruebas, simplemente por el mero hecho de divertirse, había gente capaz de ello, oh sí, ¿cómo se llamaba esa shuck película? El show de Truman. No sabe con quién ni dónde, pero Steph la había visto y recordaba lo que le hacían al pobre protagonista, lo cual le hizo plantearse... ¿acaso se lo estarían haciendo a él mismo?

Aceleró el paso en dirección contraria al zumbido de los grievers, no quería admitirlo pero no le hacía ni la menor gracia eso de que estuvieran apareciendo tantos bichejos de repente, ni pizca de gracia. Steph estaba cansado, más cansado de lo normal. A pesar de que acababa de comer, notaba un fuerte vacío en el estómago, tenía ganas de vomitar, le había sentado realmente mal aquella comida.

No vomites, pedazo de shank, pensó. Y aquello era cierto, si le daba por vomitar, los grievers captarían aún más su olor y se acercarían mucho más rápido a él y aquella vez, seguro que lo mataban. Steph sacó fuerzas de no sé dónde y continuó corriendo por el gran laberinto, perdido, demasiado perdido.

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Nononononononononononono. Aquello no era nada bueno, ¡nada bueno! Steph miró con nerviosismo el pasillo de la izquierda, después el que estaba dejando atrás, ¿aquello iba en serio? ¿totalmente? Quizá era él. Quizá estaba todo en su mente... quizá el miedo hacía que él actuara de aquella forma, imaginándose a los grievers persiguiéndole, tendiéndole una emboscada... ¿tan listos eran esos shuck bichos? No, no podían serlo.

El chico de ojos azules decidió que si no podía avanzar más, si no podía retroceder tampoco, entonces no haría nada. Quizá sería mejor morir, ¿verdad? Sí... quizá sí. Quizá como estaba todo en su cabeza era mejor enfrentarse a ello. Lo más seguro es que cuando ambos grievers aparecieran se comportaría como un auténtico shank, atemorizado, indefenso, paralizado por el miedo y, es que era verdad, Steph tenía miedo, miedo a morir.

El joven, agotado, se dio por vencido, ¿quién le iba a echar de menos si moría? Nadie. Se recostó contra una de las paredes y allí se quedó, con los ojos cerrados, aguardando a la muerte.

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Steph ya escuchaba el sonido de los grievers acercándose, no quería abrir los ojos, no quería verlos, no, no quería llevarse como último recuerdo la cara de un feo griever. Entonces Steph empezó a pensar en todo aquello que le gustaba, todo aquello que le llenaba, todo aquello que le hacía sentir bien consigo mismo. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de pensar. Uno de los grievers arañó su brazo por lo que abrió los ojos para contemplar la herida, rebosante de sangre. ¿Por qué no podían matarle y ya está? ¿Tanta complicación había?

Entonces Steph se percató de un cartel, ¿de dónde había salido? Juraría que no estaba allí... pero, sin embargo, el cartel estaba cubierto de polvo, lo que delataba que siempre había estado allí, durante mucho mucho tiempo. El chico de ojos azules se vio obligado a apartar el polvo del cartel com la mano, al menos quería saber qué ponía aunque ya se lo imaginaba, 'WICKED. ZONA DE PRUEBAS' y no sé qué más, siempre ponía eso en los carteles. Pero sin embargo en aquel ponía otra cosa...- Glade -leyó Steph en voz alta antes de ser absorbido por una especie de nada.

Cayó al suelo con un fuerte estruendo, ¿qué demonios estaba pasando ahí? ¿dónde se habían metido los grievers? Se levantó como pudo y dirigió rápidamente la mirada a su brazo, seguía chorreando sangre, genial. Entonces se dio cuenta de que habían tres caminos, tres diferentes. Quizá todos llevaran al mismo sitio, ¿no? Aquello era un laberinto por lo que todo podía ser posible... dejó escapar un suspiro y acabó adentrándose por el de la izquierda, sí, siempre había tenido cierto cariño a esa palabra, ¿por qué? Quizá porque él era zurdo, quién sabe.

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